La siguiente historia habla de cómo, en la mayoría de las ocasiones, la desgracia suele cebarse con los menos agraciados.
Te solía despertar esa melodía ensordecedoraY yo te aconsejaba que no obedecierasA tu vieja cuidadoraNo era el único que pensabaQue, cuando a ti se acercabaDe tu respeto no era merecedoraY era yo, durante esas gélidas noches de inviernoEl que, sin dudarlo un momentoPor encima tuya colocaba su reconfortante cazadoraTambién recuerdo tus lloros a todas horasCuando los días, en las ruinas de tu vida pasabasJunto a tu roto osito de pelucheAl que sólo nunca dejabasY la poca comida que proporcionarte podíaJustamente antes de ser por ti devoradaFuera en buen momento o a deshoraEn esa estancia tan poco acogedoraNunca se me olvidarán aquellos tiemposEn los que continuamente te animabaY tú, al igual que siempreFiel y atentamente, me escuchabas:“Pronto llegará una blanca paloma que, sin demoraAlejará de aquí las terribles ventiscasY hará que pasen estos tiempos ajetreadosDe causas y consecuencias tan desoladorasQue, de tan injusta forma, nos toca vivir ahora”Y llorando y desarmadaUn buen día contemplaste emocionadaCómo esas penas e injusticias contra las queHasta ese instante tanto luchasteConsigo se llevaba esa preciosa compañera voladoraEchaste el vuelo ilusionadaPor esa amiga siempre acompañadaY marchaste sin dirección ni rumboHacia, estoy seguroUn mejor mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario