Esta historia trata de la musicalidad, genialidad y perfección de la naturaleza. No pienses en casualidades...
Al aire fue lanzada y, una vez la moneda cayó,en la palma de tu mano se posó, espantandoa los viejos fantasmas de tus deseos por frenaren mitad de la vía, e indicando que la siguienteestación en tu vida había sido prefijada, en aquélmomento, y por ella misma anunciada.Sólo en la estación, silbando tu preferida canción.Alguien te intenta silenciar, llamando tu atención.Y tú continúas silbando, mientras el tono,paulatinamente vas intensificando.Se vuelve a quejar, pero a ti sigue dándote igual.Alrededor tuyo se pone a carraspear, haciendode acompañamiento a tu incansable silbar.Y ahora, un silbido más. El del tren, que acabade llegar.Con un fondo instrumental ya habría sido elnovamás.Pasajeros en pie y a marchar, en busca de unbuen sitio en el que poderse sentar.Los pasos marcan un ritmo natural, a la parque convencional.El “carraspeador” se dirige hacia un vagóndistinto al que tu vas a entrar, con el ceñofruncido y pisadas de fuerte resonar.Las escaleras subes y tomas un asientoapartado de los demás.El tren arranca, haciendo a todos escucharsu característico rechinar y dejando tusorígenes y errores atrás.Te acomodas y a los sonidos tratas por unmomento de ahuyentar, siendo conscientede que no te vendría nada mal unos minutos,al silencio, al interior de tus oídos invitar a pasar.Cruzas las piernas y, tu sombrero, sobre losojerosos ojos dejas caer. La maquinaria nopara de tocar y el humo de la locomotora tecomienza a envolver.Surcando mi ciudad natal, escalando colinasy rozando un enorme manantial, vamos todosjuntos, sin importarnos el destino y disfrutandode esta travesía sin igual.La majestuosidad del sol por poco lo hace hablar.Varios pajarillos se acercan sorprendiéndonoscon su afinado cantar.En el cristalino manantial, unos peces bailany nos salpican con su chapotear.Las liebres, actuando para nosotros al pasar,se ponen como locas a saltar.De pronto comienza a lloviznar y, chocandocontra la hierba, aparte de teñir ésta de untono muy particular, la lluvia nos enamoracon su sonido delicado y singular.Y más tarde, las nubes bajan para saludar,acompañando a la luna, alumbrándonos ypreparándonos para soñar.De forma inesperada, un sonido con el queninguno contaba, se cuela en el lugar,incitándonos a pensar quién sería capaz de,un momento así, de tal forma destrozar.Me despierto, doy un bote y, mi sombrero,contra el suelo se da un golpe.El tren ha parado y unos hombres sin ideade tocar se nos han acoplado.Aún estoy medio dormido y abobado, perono soy idiota. Está claro que no les daría niun mísero centavo...Y, poco idiotas como yo, el resto de pasajeros,nada de dinero tampoco les dio.
Algunos, incluso se pusieron a carraspear.Algo que, rápidamente, me hizo recordar.Y de paso, también reflexionar.“Antes de tu voz hacer sonar o un instrumentotocar, presta atención a la verdadera musicalidady aprende de la naturaleza y su genialidad”.
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