El silencio como única e inmadura arma.
El silencio de tu alcoba me hace dudar
Oh, pequeña acalladora, dime la verdad
No sé si es por mí o por tu manía
De mandar siempre callar
El tiempo pasa, haciendo que
Sus agujas suenen al girar
Pero no veo que le pidas
Que te deje de agobiar
Y bueno, qué decir del enfurecido chucho matinal
Que no cesa de ladrar
El cuál adelanta a todo el vecindario
Su rutinario despertar
¿Asustamos a los gorriones
Cuando éstos se pongan a cantar
O esperamos un poco más
Hasta que un furtivo y desubicado cazador
Se decida a disparar?
Oh, pequeña acalladora
De verdad que no te entiendo
No sé si será por mí
Pero espero que no me estés mintiendo
¿Y qué hacemos con tu amiga
Que tanto llanto y lágrimas
Se esfuerza en expulsar
Cuando se pone a llorar
Al pensar que el chico que le gusta
La ha mirado mal?
Te han gritado muchas veces
Para hacerte razonar
Pero nunca has llegado a discernir
Entre lo que está bien y lo que está mal
Y continúas con tu querido silenciar
Con tal de no reconocer que tu educación
Se encuentra en el fondo
De tu personal vacío abismal
Es realmente increíble verte
Actuar allá por dónde vas
De sabelotodo y creyéndote
La reina del lugar
En tu trono, tu música preferida
A todo volumen haces sonar
Y te da igual
Cuando esas letras que sabes
Desde el principio hasta el final
Obligas a todos a escuchar
Mientras tratas de cantar
Aunque no hagas más que desafinar
Oh, pequeña acalladora
Claras las cosas te voy a dejar
La verdad es que ya me has cansado
Y más no me lo voy a callar
Así que ahí, junto a tu selectivo silencio
Te voy, para siempre, a abandonar
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